Esta semana
mi hija de 12 años me pidió que para el día de carnaval del colegio, le
permitiera llevar una pistola de juguete.
Mi primera reacción fue prohibírselo. - ¡Cat woman
no lleva pistolas!
Enseguida me
di cuenta de mi incongruencia. En realidad, le tendría que prohibir ir disfrazada
de “la mujer gata”, ya que no deja de
ser una delincuente y asesina.
Con la misma
premura pensé que con el disfraz nos convertimos en otra persona y se simulan otros roles diferentes, actuamos de una forma diferente a la habitual.
Las máscaras
nos invitan a escapar de las normas impuestas, sirven para romper reglas y
desafiar el orden, sin que ello genere violencia ni preocupaciones.
Si somos
tímidos, las máscaras y los disfraces nos ayudan a expresarnos de otra manera y facilitan la desinhibición.
Aunque nos asuste ver a nuestros hijos jugando con
armas, esto no implica que ellos estén aprendiendo que la violencia es una
buena manera de resolver las cosas.
Es normal que
los niños jueguen desplegando gran
energía física, incluyendo juegos con mucha agresividad.
Dichos juegos no son violencia, sino
actividades normales y necesarias para un saludable desarrollo emocional, ya
que permiten descargar la agresividad en un plano puramente simbólico, sin
agresión real.
La psicóloga
infantil internacional Penny Holland en el Reino Unido, que aduce que los niños son víctimas del dogma
de lo que es "políticamente correcto", indica que suprimir su
necesidad de practicar juegos violentos puede resultar contraproducente.
Holland, profesora titular en estudios sobre la niñez de la Universidad
Metropolitana de Londres, estima que los niños a los que se les ha prohibido
jugar a los soldados, a los piratas o a los superhéroes, son propensos a ser
destructivos y construyen una imagen de "niño malo". (Periódico The
Scotsman [Escocia-Reino Unido]).
Todos hemos
jugado a”policías y ladrones” o “indios
y vaqueros”.
Aún cuando
las armas de juguete y las espadas les sean prohibidas y retiradas, nuestros
hijos jugarán de igual manera que lo han
hecho todas las generaciones de niños, con palos o
incluso con los dedos que se transforman
en espadas y armas en su imaginación.
Sin embargo,
me parece que no somos conscientes del impacto de algunas de las imágenes de extrema
violencia que se exhiben en la televisión y en algunos videojuegos.
Mi reflexión
es que debe imperar el sentido común. Hay que enseñarles claramente la
diferencia entre violencia simulada y violencia real.
Debemos inculcar
a los niños nuestro rechazo absoluto de la violencia, explicarles lo que pasa de verdad
en una guerra, y educarles en la tolerancia y el diálogo como el modo más
adecuado de resolver los conflictos.
Totalmente de acuerdo, Ana. A mi hijo siempre le llamaron la atención las armas ¡de pequeño se detenía en los escaparates de las armerías!(a lo mejor ahora de mayor sigue haciéndolo), pero nunca le compramos ningún juguete de ese tipo... pues... él se los hacía con palos!!!!
ResponderEliminarestoy de acuerdo contigo lo que pasa es que vivimos en una sociedad tan hipócrita que cree que de lo que no se habla no existe y eso no es así.
ResponderEliminarPena me dan los padres que con niños pre adolescentes ya se asombran de todo, cuando sus hijos sean adolescentes de verdad ya no les contarán nada porque conocen como reaccionarán, en vez de asombrarse y poner el grito en el cielo , hay que dialogar,escuchar y sobretodo y ante todo, comprender, que nos guste o no, los tiempos son lo que son .
Gracias Alicia y Patricia por vuestros comentarios.
ResponderEliminarLo que quiero expresar, es que lo realmente importante en el difícil camino de educar a nuestros hijos, es lo que respiran en la atmósfera familiar.
Una buena educación en valores y sobre todo un buen ejemplo de los padres.
Les prohibimos jugar con armas, pero les permitimos actitudes irrespetuosas, impacientes, intolerantes y un largo etcétera. Eso es realmente el problema.